Religión
Origen Hispánico de la Devoción a Nuestra Señora de las Mercedes:

Un acta notarial del año 1260, que se conserva en el convento de los Padres Mercedarios de Lérida (España), deja constancia de la Real Orden Militar de la Merced, en agosto de 1218, en la Catedral de Barcelona con asistencia del Rey Don Jaime I "El Conquistador". La muy acreditada Enciclopedia Espasa nos ofrece los interesantes detalles del origen de una advocación mariana que con los conquistadores españoles vino a América y se convirtió en la referencia de la catolicidad en ciudades como Santo Domingo y Quito, y en el andino medio zedeño. San Pedro Nolasco, la noche del primer día de agosto de 1218, retirado para meditar sobre su deseo de hacerse solitario, tuvo una aparición de la Santísima Virgen, que le mandó fundara una orden para redimir a los presos. Se debía llamar Santa María de la Misericordia o Merced de los Cautivos. Eran años de la cruel lucha de los españoles para reconquistar sus territorios frente a los invasores moros. La intolerancia de raza y religión hicieron que los prisioneros hispanos fueran sometidos a los peores suplicios y a la muerte.

Pedro Nolasco habló sobre el asunto con el Rey Jaime I y con el Canónigo San Raimundo de Peñafort, quienes le comunicaron que habían recibido el mismo mandato de la Virgen María. El diez de agosto del mismo año (1218) se hizo la fundación con gran solemnidad en la Catedral de Barcelona, presidiendo -vestido de pontifical- el Obispo Don Berenguer de Palou y asistiendo el Rey Jaime I. Por tratarse de una orden militar, el Rey le concedió como Escudo de Armas el que usaba la Real Casa de Aragón: cuatro barras encarnadas en campo de oro y sobre ellas la cruz blanca, insignia de la catedral barcelonesa. El escudo ha sido conservado aún después de que la orden dejó de ser militar.

Pedro Nolasco, vestido con los atuendos propios de la orden de color blanco, impuso el hábito a un grupo de jóvenes nobles que abrazaron la nueva institución religiosa. El color se escogió para facilitar la entrada entre los moros. San Raimundo de Peñafort les aconsejó que tomaran como Regla la de San Agustín y para fortalecer la orden consiguió la aprobación por el Papa Gregorio Noveno, mediante bula expedida en Perusa el 17 de enero de 1235.

Debido a que Pedro Nolasco no era adinerado y se requerían recursos para redimir a los cautivos, se vio obligado a fundar Cofradías de Redención. Se reunían los cofrades en su parroquia para escuchar la prédica de un Mercedario, llamado Nuncio o Procurador, y de allí salían los aportes y las acciones redentoras. Todos los dineros eran destinados a los cautivos. Los miembros de la orden vivían en pobreza absoluta. Los "redentores", nombrados cada año salían a cumplir la peligrosa misión de encontrar libertad de los presos cristianos. Hay una lista de mártires. El primero es Fray Raimundo Blanes, en Granada (1235). Durante el caminar numerosos "redentores" fueron robados, golpeados y hechos prisioneros. Eso ocurrió con el propio fundador.

Se atribuye a San Pedro Nolasco la realización de ocho viajes de redención, entre los moros, al África, sumando ochocientos noventa liberados. Mientras presidió la orden se logró hacer nuevamente libres a dos mil setecientos ocho cristianos. Aunque la constitución de la orden no determina la profesión de votos heroicos de entregarse como esclavos por la libertad de cristianos, desde 1580 se expresaba esta intención diciendo:

"...quedaré en rehenes en poder de los sarracenos si fuere menester para la redención de los cautivos cristianos".

La primera orden religiosa fundada en Europa fue la de los Padres Predicadores que inspiró y creó Santo Domingo de Guzmán. Posteriormente surgió la de los Hermanos Menores Franciscanos con San Francisco de ASÍS. La tercera es autoría de San Pedro Nolasco, la de los mercedarios. Pocos años, en creación, separan las tres grandes instituciones de la recristianización europea.

La Enciclopedia Espasa también trata sobre la primera talla de la Virgen de las Mercedes que se venera en Barcelona. Dice lo siguiente: "Considerada artísticamente la imagen de la Virgen, verdadera obra de arte, es de madera tallada, aunque hoy se la viste de ricos ropajes. Está sentada sobre rico y artístico trono. Por sus brazos, talla y decorado, se deduce la antigüedad de la imagen. Hoy se duda que el niño Jesús, sentado en sus brazos, sea obra del mismo escultor".
El primer mercedario que vino a tierras americanas lo hizo como parte del grupo de capellanes del segundo viaje de Cristóbal Colón, que partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493. Su nombre Juan Infante. Es uno de los fundadores de la ciudad Concepción de la Vega, en lo que hoy es República Dominicana. Allí se hizo el primer santuario mariano del nuevo mundo y tuvo como centro de su altar una imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, probablemente donada por la reina Isabel La Católica.

La presencia mercedaria en Venezuela tiene su origen en 1638, cuando se construyó en la zona de San Juan de Caracas, entonces separada del pequeño casco urbano congregado alrededor de la Catedral, una hospedería que luego dio paso al convento y templo de Nuestra Señora de las Mercedes. Los padres mercedarios, a lo largo de casi cuatro siglos, expandieron la devoción mariana por toda Venezuela y mantienen la pastoral de las cárceles para llevar auxilio espiritual a los privados de la libertad. La Parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes de Zea fue creada por el Obispado de Mérida el 3 de marzo de 1865, durante el gobierno eclesial de Monseñor Juan Hilario Boset Castillo, octavo titular de la mitra emeritense.

Historia del Niño de la Cuchilla:

Los documentos histórico de Murmuquena, también conocida como Burbuquena o Borbuquena, revelan que antes de la toma de posesión de las tierras por parte de los pioneros Matías José Escalante, Juan Antonio Escalante y Felipe Márquez, el veinticinco de abril de 1786, existían como referencias geográficas los nombres de Laguna de los Osos, Cerro La Cuchilla, El Morro y Palmarito. En efecto, esos son los cuatro puntos que el Alcalde de la Ciudad del Espíritu Santo de La Grita, Don Bernardo Fernández Mora, asistido por sus ayudantes Juan Andrés Sánchez y José Antonio Sánchez, toma como puntos limítrofes de las posesiones en que deja instala-dos a los Escalante y a Márquez, actuando en representación de la real administración. Estas tierras pertenecieron al cabildo grítense desde mayo de 1657, cuando fueron adquiridas a través de negociación hecha con el Oidor Real Visitador Diego de Baños y Sotomayor, miembro del Consejo de Su Majestad. Los solicitantes de las tierras señalaron en febrero de 1783 que esas posesiones agrícolas las estaban explotando desde siete años antes (1775), lo que mencionan para darle fuerza a la petición que hicieron ante el Juez Subdelegado de Tierras Francisco de Paula Arteaga. La Cuchilla, fila montañosa que divide las microcuencas de los ríos Escalante y Guaruríes, servía como enlace entre Murmuquena y Las Cocuizas, y en ella comenzaba un camino hacia el Páramo de Marino, Bailadores y La Grita. La primera mención documentada de La Cuchilla con el agregado del "Niño” se encuentra en el Archivo General del Estado Mérida, en el expediente de deslinde de tierras intentado por los herederos de Bonifacio Contreras y Juan Ginés Molina, frente al gobierno municipal en octubre de 1866. Los jueces arbitradores 'V amigables componedores" son Elias Burguera y Pedro Nolasco Omaña, prominentes ciudadanos de la entonces muy joven Villa Tovar. Las menciones que se hacen son las siguientes:

"...cuya escritura nos presentó el señor Juan Nepomuceno Herrera y divide con terrenos sin título que salen al filo o cuchilla que hoy llaman "Cuchilla del Niño" y saliendo a este punto filo arriba hasta encontrar con los terrenos o posesiones de "Lliguines" dejando así la posesión de Escalante el resto que sigue para "Guaruríes" Caño del Tigre Suspiro "y de los límites ". "De dicho estrecho tomando hacia el Noroeste por toda la Cuchilla del Niño para arriba hasta encontrar con los títulos y Yiguines y mirando hasta la tierra Llana son huecos vacíos o propiedades del municipio".

Se puede deducir que la mención Cuchilla del Niño es reciente para el año 1866, cuando en el documento se afirma "que hoy llaman". De otra manera no se habría hecho énfasis en esa explicación.

Sin que se pueda ofrecer una prueba documental, la señora Elba Pérez García de Fernández afirma, sustentada en la tradición oral de su familia, que entre los años 1845 y 1846 llegaron a la comunidad de La Cuchilla dos religiosas que dejaron en manos de sus bisabuelos (Timoteo Pérez y Soledad Duque, padres de Román Pérez) una imagen del Niño Jesús. Las investigaciones realizadas hasta ahora no han encontrado la precisión de un donativo constituido por la imagen de un niño hecho por religiosas de Mérida, Trujillo o Caracas a una familia de la zona, pero fácilmente se puede deducir, concediendo veracidad al hecho, que se trató de un acto privado, de la entrega de una pequeña imagen.

Sobre este preciso punto también trabajaron los historiadores Alfonso Castro Escalante y Luis Alberto Ramírez, sin obtener pruebas que puedan negar o afirmar el donativo. Lo concreto del caso es que en momento determinado del siglo diecinueve la formación longitudinal Cerro La Cuchilla pasó a llamarse La Cuchilla del Niño y sobre el inicio de la nueva denominación no hay un documento de aval o acta testifical. La señora Pérez de Fernández no encontró en los relatos familiares, transmitidos a través de cuatro generaciones, los motivos para la modificación del nombre del cerro, pero es fácil pensar que si la imagen fue expuesta a la adoración popular, en una comunidad pequeña, en un medio campesino plenamente cristiano, la misma piedad y fervor llevó a identificar el lugar como se le conoce, al menos, desde 1866. Murmuquena se convirtió en parroquia en diciembre de 1845, pero no llegó a concretarse la definición de los límites. Cinco años mas tarde se reafirmó la creación parroquial, pero con el nombre de Francisco Antonio Zea. El 7 de enero de 1868 se fijaron los términos limítrofes mediante una nueva actuación de los arbitradores Elias Burguera y Pedro Nolasco Omaña, en presencia de los ciudadanos Presbítero Ezequiel Arellano Acevedo, primer titular de la Parroquia Eclesiástica de Nuestra Señora de las Mercedes, Doctor José María Salas y Nicolás Márquez. La jurisdicción quedó delimitada así:

"...la loma que esta al este del Pueblo deslindada por el frente con la quebrada que baja por el pie de dicha loma: por el costado de arriba un zanjón hondo que desemboca cerca de la Piedra del "Sillón " dicho zanjón se llama de "Bojal" por el arriba a buscar donde caiga el filo. Por el fondo todo el filo de la cima de la loma; y por el costado de abajo hasta donde se encuen¬tra en el fin del filo enunciado lo que allí se llama "Pata de Gallina" que divide el terreno de Don Nicolás Márquez, y de aquí bajando el Callejón de "Juan Tomás" que cae a la quebrada que baja por el pie de la loma, y linda con terrenos de particulares. Por el Noroeste, todo el filo de la Cuchilla del "Niño " desde "Morro Negro" que divide el terreno del "Otro Mundo " y del Municipio del Departamento Falcón, por dicha cuchilla a buscar una lagunita que divide el terreno de los Márquez, conforme al título de Escalantes que nos presentó el Señor Juan Nepomuceno Herrera y de dichos linderos Lagunita y Morro Negro línea recta para Escalante a encontrar con otros títulos de los límites en el Departamento La Grita. Así quedó demarcado la parte que corresponde a Zea".

En los años siguientes se mantuvo la denominación Cuchilla del Niño para el sitio geográfico, aunque en algunos acasos al citar estribaciones o lugares solo se dice La Cuchilla. La tradición familiar vertida en el trabajo editado por la señora Pérez de Fernández, deja asentado que la imagen del Niño Jesús "fue colocada en un pequeño altar en la sala principal de la casa" de los Pérez Duque y que posteriormente, sin precisar fecha, se construyó una choza a manera de capilla, donde le rindieron culto viajeros que utilizaban los caminos hacia lo que es hoy los Estados Táchira y Zulia. Sigue el relato indicando que dados los favores concedidos a los viajeros, éstos regresaban y dejaban cantidades de dinero que sirvieron para construir la primera capilla, en el mismo sitio donde hoy se encuentra el santuario.

Se puede afirmar con veracidad que el culto al Niño constituyó en sus primeros años, durante el siglo diecinueve y hasta bien entrado el siglo veinte, una actividad privada, no sujeta a la conducción de los sacerdotes establecidos en Zea ni enmarcada dentro de las reglas de una cofradía o asociación religiosa. Un interesante documento del Archivo General del Estado Mérida contentivo del testamento de Román Pérez Duque, hijo de Timoteo Pérez y Soledad Duque, revela dos detalles que son valiosos que confirman la dimensión privada de la devoción al infante Jesús. Son los siguientes:

"...Declaro por bienes míos la mitad de la posesión en que vivo y la otra mitad pertenece al niño Dios que se venera en este punto con el cargo de que mi señora esposa y mis hijos sigan cuidando y celando el culto del Divino Niño y su Capilla".

"...Declaro que debo al Niño Dios que se venera en esta casa la suma de ochocientos treinta y dos bolívares, o sean cincuenta y dos pesos macuquinos".

No solo Pérez Duque era deudor. El mismo documento indica que también tenían compromisos monetarios Rafael María Herrera (120 bolívares), José Ramírez (52 bolívares), Claudio Ramírez (42 bolívares), Cosme Guerrero (84 bolívares), Roso Contreras (104 bolívares). La existencia de deudas de particulares permite pensar en la existencia de alguna modalidad de grupo o asociación privada con fines de promoción del culto o de reinversión de los dineros captados por las visitas de devotos. El monto global de las acreencias (un mil doscientos treinta y cuatro bolívares) era, entonces, una cantidad superior a la disposición en dinero de la Junta Municipal de Zea. Pérez Duque dejó el santuario a cargo de su hijo Tomás Pérez y su esposa Gabriela Vera.

La tradición familiar señala que construyeron una capilla. No existe sustento documental, pero la capilla aparece mencionada mas tarde, sin que los libros eclesiales indiquen su realización a cargo de fondos parroquiales. Entre el ocho de junio de 1896 y el cinco de marzo de 1912, Monseñor Antonio Ramón Silva, último Obispo de Mérida de Maracaibo y primer Arzobispo de Mérida, realizó siete visitas pastorales a la Parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, cuya jurisdicción se extendía hasta las comunidades San Simón y Hernández. No hay mención alguna de la capilla, santuario o imagen del Niño. Tampoco de una cofradía, sociedad o asociación. Durante la primera parte del siglo pasado existían las sociedades de Hijos de María, San Luis Gonzaga, y Corazón de Jesús y funcionaba el Colegio Santo Tomás de Aquino. Monseñor Acacio Chacón Guerra, exhaustivo y detallista en las visitas, estuvo en Zea el tres de marzo de 1924 siendo Provisor v Vicario General del Arzobispado de Mérida y regresó el seis de febrero de 1928 siendo el segundo Arzobispo emeritense. No registró mención alguna de El Niño de la Cuchilla en ambas oportunidades.

La revisión del fondo Curatos del Archivo Arquidiócesano de Mérida no arrojó registro alguno del santuario o capilla. Sin embargo, debe resaltarse que en 1909 un documento con datos históricos de la parroquia eclesiástica, hecho a petición del Arzobispo Silva da cuenta de la existencia "de una capilla filial y tres rurales11. No precisa cuales. Esta mención no se repite en el informe que el Presbítero Ramón de Jesús Ángulo, párroco titular, presentó posteriormente en 1915 sobre "el estado general de su parroquia". En el Inventario Parroquial del 26 de marzo de 1894 tampoco hay un señalamiento del votivo lugar, de la imagen o de la "capilla". Por el hecho de que no se le menciona no se puede señalar que no exista. El 25 de septiembre de 1925 se produjo la bendición "de la nueva Capilla del Santo Niño Jesús de "LA CUCHILLA". Una pequeña publicación obsequiada por la Tipografía "Centro Social 19 de abril" se distribuyó como recuerdo del acto. En sus dos páginas interiores se incluye "Oraciones en honor del Santo Niño Jesús", con la aprobación eclesiástica del Sumo Pontífice León XIII, de fecha 18 de enero de 1894. No hay detalles sobre cómo se realizó la bendición y sus asistentes. Una parte del texto dice:

«Concédenos gracia abundante para cooperar a tus designios, viviendo una vida inocente y pura en esta peregrinación, acordándonos que este mundo no es nuestra patria, para que adornada nuestra alma con las flores y frutos de las virtudes, merezcamos oír de tus divinos labios: Venid benditos de mi padre, a poseer el reino que os ha sido preparado. Amén».

Se ofrecen cien días de indulgencia al rezar la oración diariamente. El educador grítense Félix Román Duque, Presidente de la Delegación Nacional de Instrucción Primaria y Director del Instituto "Santo Tomás de Aquino" escribió en 1928 una descripción del Municipio Zea publicada por la Revista "Guía de Tovar". Al referirse a los edificios públicos ofrece detalles sobre las capillas de la jurisdicción.

"Existen dos Capillas filiales, la una en el sitio de El Calvario, cuya erección se debe al esfuerzo del apreciable caballero don Cayetano Giordano, quien cuida de la conservación de ella en buen estado; y la otra está erigida en la altura denominada La Cuchilla: se venera en ella a una imagencita del Niño Jesús, hecha de alabastro, y representa al Divino Recién Nacido, reclinado y con el mundo en la mano". "Tal milagrosa reliquia debe de datar del tiempo de los españoles, y pertenece hoy a una familia Pérez que la posee como legado de sus antepasados".

Duque nos aporta otro interesante detalle que no encontramos en los libros eclesiásticos revisados:

"Casi no hay día que no se oiga en los aires de aquella altura el estallido de cohetes, anunciando que algún peregrino alegremente ha llegado a aquel Santuario a presentar su exvoto por el favor recibido, no solo de por acá mismo, sino la mayor parte de veces, de lejanas regiones, pues la fama de los milagros realizados ha cundido justamente".

El cronista y educador Alfonso Castro Escalante ubica en 1935 la primera intervención eclesial en torno a esta devoción, al ocuparse el Presbítero Ramón de Jesús Ángulo de la construcción de un cuarto para dar mejores facilidades a los visitantes. Las primeras noticias precisas sobre el santuario surgen con la presencia del sacerdote tachirense, nacido en Cordero, Juan Eduardo Ramírez Roa, décimo Párroco de Nuestra Señora de las Mercedes y decimoquinto cura que estuvo al lado de la feligresía zedeña.

Ramírez fue ordenado sacerdote por Monseñor Acacio Chacón Guerra el 25 de enero de 1948, se estrenó en el Estado Trujillo entonces jurisdicción de la mitra merideña y su segundo destino fue Zea, donde estuvo entre 1950 y 1953. El Libro de Gobierno Parroquial registra un resumen de la actuación del Padre Ramírez en el momento de la entrega que hizo el catorce de Agosto de 1953 al nuevo titular Presbítero José Eustorgio Rivas Torres. "...Actualmente se construye el Santuario del Niño de la Cuchilla y todos los fondos se emplean con este fin. A comienzos del presente año se legalizó la Asociación Civil".
El grupo promotor estuvo presidido por el Padre Ramírez e integrado además por Domingo Adriani, Antonio Velasco, Ramón Ramírez y Josefa Barrios Mora.

Apenas dos meses duró la gestión del merideño del sur Padre Eustorgio Rivas, emprendedor de grandes iniciativas apostólicas no solo en la jurisdicción eclesial merideña sino también en Venezuela. Al entregar la parroquia dejó constancia en el 'Libro de Gobierno que "se continuaron las obras de la Capilla del Santo Niño de la Cuchilla".

Un nuevo sacerdote arribó a Zea en 1953. El Padre Cristóbal Serrano Portillo, español nacido en Villacarrillo (Jaén) en enero de 1906, se posesionó el veintiuno de octubre supliendo al encargado Presbítero Alfonso Rojas, entonces Vicario de Nuestra Señora de Regla de Tovar. La primera información oficial sobre "la bajada del Niño de la Cuchilla" está escrita por el propio Padre Serrano en el Libro de Gobierno, en 1953. "El día treinta y uno de diciembre poco antes de empezar la misa de media¬noche y ante la imagen del Santo Niño de la Cuchilla, que aquella misma tarde se había bajado y llevado en procesión desde las afueras de la población hasta la Iglesia, la señora Doña Leonor Escalante y sus hijos nos hicieron entrega de un artístico sagrario y un copón que regalan para la capilla del Santo Niño". Otra noticia dejó asentada el insigne párroco años más tarde: "Hoy diecisiete de mayo de mil novecientos cincuenta y seis se han colocado en la iglesia dos pilas para agua bendita, pilas que han venido de España juntamente con mesa de altar del mismo material para la capilla del Santo Niño de la Cuchilla, para donde también ha llegado un Relicario de oro sobre plata de ley para el Santo Niño".

La Capilla de la Cruz de La Paz:

Algunas personas suelen guardar con gran cariño y veneración prendas y objetos, muchas veces de escaso valor material, en lugares muy protegidos. Para ellas su significación espiritual es tan grande que, al mirarlas de nuevo, les hace vibrar con enorme emoción todas las fibras de su corazón. El miedo a deteriorarlos o perderlos las conduce a sobreprotegerlos, en ocasiones con tan excesivo cuidado que, ajena a toda protesta, la prenda depositada en el lecho oculto del escondite termina por desaparecer en el olvido tragada por las sombras. Algo semejante ocurre con ciertos lugares, apartados y medio ocultos, a los que a su encanto natural agrega el hombre el rasgo divino, al hacerlos depositarios de un bien espiritual muy apreciado o revestirlos con la dignidad que exige el culto a una arraigada tradición.

Tal es el caso del pequeño santuario de la Cruz de la Paz, cuya capilla se oculta tras los matorrales de la redonda loma, y que hoy apenas se percibe en medio de la maleza que la cubre, prácticamente dormida en el olvido a que la condenaron los zedeños, tan pronto se perdió el hilo de la tradición que desde muchos años atrás cultivaron sus antepasados. Estos olvidos son hijos del desconocimiento de los hechos y circunstancias que les dieron vida y que en el transcurrir del tiempo nadie se ha ocupado de conservar. Con ánimo de refrescar la memoria de nuestros paisanos y de avivar el retorno hacia esta querida y amada tradición, queremos recordar algunos hechos que la colocaron en el estrado de una de las más simpáticas tradiciones de nuestro pueblo. Los orígenes de esta tradición son un tanto confusos porque se pierden en la oscuridad de los tiempos, por la ausencia de la persona que se hubiera tomado el trabajo de escribirlos, pero los zedeños de antaño miraron con tierno cariño a esta humilde ermita que visitaban con devoción para ofrecer sus plegarias a la Santa Cruz.
Algunas personas recuerdan que la primera capilla era de una estructura muy simple, construida con rudos y perecederos materiales, capaz, apenas, de dar cobijo en los momentos de lluvia o de excesivo calor. Se erigió en los postreros años del siglo XIX durante el curato de un progresista párroco, el presbítero Miguel Ignacio Briceño Picón (1863-1957), joven sacerdote lleno de dinamismo, a quien se deben, entre otras cosas, según informe redactado por algunos notables de Zea, citado por el Pbro. Néstor Fernández Pacheco en Perfiles Sacerdotales de la Iglesia Merideña, la reedificación del viejo templo, la torre y el cementerio, la construcción del presbiterio, la remodelación de la Casa Cural, con dos pisos, y la reorganización de las dos escuelas municipales; mejoró las vías de comunicación, las acequias y las calles del pueblo, en apenas cinco años que permaneció al frente de la parroquia (1889-1894), lo que no hizo en Táriba, donde fue cura párroco más de veinte años.
La humilde capilla se mantuvo hasta que la acción de los elementos naturales terminó con la fragilidad de sus materiales. Fue entonces cuando personas devotas y amantes de las tradiciones, decidieron reedificar la capilla. La historia conoce los últimos años del siglo XIX como particular¬mente turbulentos, especialmente en los andes, donde se inicia una de las últimas revoluciones, conocida como La Restauradora, que tuvo como conductores a Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, movimiento que se inició en Colombia, se nutrió en el Táchira y no se detuvo hasta lograr en Caracas el derrocamiento del presidente de la república General Ignacio Andrade. Particular repercusión tuvo esta acción revolucionaria en poblaciones como Tovar y Bailadores, ubicadas directamente en la ruta de la campaña, con acciones de guerra en Bailadores y Tovar, cuando los hombres de Castro intentaron tomar esta última población.

La violencia con que se ejecutaron estas acciones y los desmanes que cometió la soldadesca, llenaron de pavor a los habitantes de los pueblos, que huyeron o se escondieron para no ser víctimas del desenfreno de las tropas. El pillaje y el atropello imperantes trajeron como secuela la crisis de autoridad que se produjo en todas estas poblaciones y la aparición, al margen de las fuerzas organizadas, de bandas armadas de forajidos que se dedicaron al asalto de inermes poblaciones, cometiendo asesinatos, robos, violaciones e incendios que sembraron el pánico entre sus habitantes. Una población particularmente azotada por estas bandas de irregulares fue la de Bailadores, pueblo que se constituyó en el centro de operaciones de estos criminales, en donde se hicieron fuertes e impusieron un régimen de terror. Era voz común que en las calles se oyera: "Escóndanse que ya vienen los bandidos", a cuyo grito todo el mundo corría a ocultarse donde lograba conseguir un escondite, en particular las mujeres jóvenes, a quienes aterraba el miedo de caer en manos de esos desalmados y perder su honra. Lo propio hacían los hombres llevándose consigo dinero, mercancías, prendas y animales hacia la espesura de los bosques para librarlos de las garras de los asaltantes.

Un día le tocó la terrible prueba al pueblo de Zea. El fatídico grito resonó en sus calles y se repitió en todos los hogares. Los bandidos, después de cometer toda suerte de atropellos en San Simón propusieron dirigirse a Zea. El miedo se apoderó de hombres y mujeres y el desconcierto de la población era total. Gracias a Dios, el pastor espiritual era un joven sacerdote, de resaltante valor físico y espiritual, el Padre Ramón de Jesús Ángulo, ordenado recientemente en Curazao, quien se hizo cargo de la situación. Calmó los ánimos, les infundió valor y los exhortó a tener confianza en la Providencia. Para ganar su confianza ofreció, en nombre de todos los feli¬greses, levantar una capilla cuyo único ocupante sería una cruz tan grande como un hombre y que desde entonces se llamaría La Cruz de la Paz. La respuesta divina no se hizo esperar porque los bandidos, repentinamente interesados en otros negocios, abandonaron San Simón por una vía diferente a la de Zea. La promesa fue cumplida y el Párroco, acompañado por todos los feligreses, subió en peregrinación a la loma apenas se terminó de construir la capilla.

Los zedeños de antaño tuvieron siempre para con la ermita una particular devoción y un gran cariño y la visitaban con frecuencia, porque al calor espiritual que les proporcionaba se unía la belleza de un sitio encantador desde el cual contemplaban el hermoso panorama del Valle de Murmuquena con sus parcelas sembradas de caña de azúcar, la laguneta al pie de la loma y las viejas casas de altillo bajo la sombra protectora de la iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes. Muchos recuerdos quedan de aquellos años en que la ermita era sitio de oración y solaz. Allí se congregaron muchas veces las patrullas de los boys scouts para descansar del duro trotar y caminar en sus correrías campestres, allí tomaban un descanso reparador los grupos de excursionistas que en los días que preceden a la Navidad remontaban la loma en procura del musgo con que iban a vestir el pesebre y allí los afi¬cionados a disfrutar de la naturaleza se sentaban a respirar el aire tibio y fragante que subía desde las cálidas tierras del Sur del Lago.

Todas estas sanas costumbres, así como los hechos que originaron la capilla y causaron a los habitantes tan angustiosos momentos, se hallan cubiertos por el manto del olvido. Esta historia debe constituir hoy una novedad para casi toda la población y, lo más probable es que la oigan por primera vez. Sostiene doña Evelia Méndez de Uzcátegui que el terreno donde se emplaza la capilla fue donado por su madre, Doña María de Jesús (Chucha) Altuve, viuda en primeras nupcias de don Silvio Méndez Moré y después de Anselmo Pereira, cuyos terrenos se extendían hasta El Playón. Esta donación tuvo lugar hacia 1936, siendo párroco de Zea el presbítero Delfín Moneada, natural de El Cobre. Estos datos fueron confirmados por Régulo Moreno, persona muy enterada de los antecedentes de la población de Zea. La familia Adriani, propietaria de la mayor parte de la loma y la Sra. Herminia Vela da Molina, dueña de los terrenos vecinos al santuario permitieron el paso de los caminos que conducen a la capilla por sus propiedades.
El Presbítero Cristóbal Serrano, recordado sacerdote que se identificó profundamente con este pueblo ordenó la reedificación de la capilla en 1955. Los trabajos fueron realizados por el maestro albañil Jesús María Guillen; pero antes que él, aquel singular y ardoroso varón que fue Arturo Méndez Carrero, valido de aquella fortaleza física con que lo dotó Dios y aquel inmenso amor que profesó al pequeño santuario, armado con las herramientas del albañil y cargando sobre sus hombros los materiales y el agua, realizó sólo, más con cariño y fe que con alardes de técnica, las urgentes reparaciones que para aquel entonces ameritaba.

La bendición de la nueva capilla fue objeto de una solemne y concurrida procesión. Propuso esa vez el padre Serrano que la vía principal de ingreso fuera santificada con la instalación de las estaciones del Vía Crucis a lo largo de la misma, y que anualmente, por la época de Semana Santa se subiera en romería piadosa a la capilla siguiendo los pasos de la pasión de Cristo. Este proyecto nunca llegó a realizarse. ¿Pero llegará el día en que el pueblo cuente con un gran santuario, como el que actualmente se construye, dedicado al Niño Jesús en La Cuchilla y una pequeña pero deliciosa capilla en la Loma de la Paz, que recuerde a ese niño ya hombre sufriente, a la que se suba por una sombreada vía, bordeada de pinos con las estaciones del Vía Crucis a su vera? Algún día lo verán los jóvenes.
Reloj
 
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